15 agosto 2006

¿Seré yo?

¿O qué? Esta semana la gente está rara. (Y eso, viniendo de alguien que se pasa el día en Puán, tiene que tener cierto peso). Por ahí es el clima, por ahí el viento hace de mi mente algo curioso. O por ahí alguien trata de decirme algo curioso. O por ahí ando tropezando en medio de los usuales momentos algo curiosos de la gente, y es solo una curiosa cuestión de... Bueno, lo que sí, es curioso.

Curiosidad Uno:
Ayer lunes a eso de las 23.05 me subo al tren en Lacroze para emprender mi camino a casa. Vagones llenos, me subo en el último y me apoyo contra el respaldo de uno, junto a la puerta (previo "pispeo", a ver si se me había escapado algún rincón vacío). Segundos más tarde, escucho un "chica... eh, chica!". Dada la ausencia de féminas, deduje que la cosa era conmigo. Me doy vuelta, y una mujer (de unos... cuarenta y largos), con una bolsa gigante vaya uno a saber con qué adentro (demasiado cansada como para imaginar), sentada en un asiento sobre el pasillo, me dice: "vení, sentate". El tren todavía no había arrancado. Yo me acerco y le digo: "no, no, quédese que estoy bien" (por qué no iba a estarlo). Insiste: "no, vení, sentate que yo me bajo en la próxima" (o sea, Artigas). Mientras yo le digo "bueno, pero quédese sentada que me siento cuando usted baja", la mujer se levantaba sonriente cediéndome el asiento. Bueno... demasiado cansada como para discutir. Me siento, y la señora se apoya contra el respaldo del asiento, cerca de la puerta, con su enorme bolsa. Las otras tres mujeres con las que compartía el rincón de comodidad, me miraban. Creo que no sabían si sonreir o no... demasiado confundidas, como yo. ¿Será que vio algo de pancita bajo mis tres capas de ropa invernal, y dedujo que se trataba de un "algo", algo con más vida que la lana que ahí dormitaba realmente? ¿O será que mi cara de fin de lunes era tan atroz que, sumada a la palidez "blanco ala" nata, pronosticaba un eventual desmayo que procuró evitar? En fin, metí la mano en la mochila, saqué los auriculares, apreté "play" y apenas escuché "voy hablando sin palabras... voy mirando sin ojos...", apoyé la cabeza en mi mano helada y cerré los ojos. A esa hora, un lunes, ya no cuestiono, no imagino, no curioseo, y ni siquiera miro. Say no more.

M.

No hay comentarios.: