30 octubre 2007

Pantomimeros...

"Este ha sido el acto eleccionario más cristalino que se ha visto"

Eso dijo Aníbal Fernández...

Desde las 16.30 hasta las 17.45 estuve haciendo cola a unos 80 metros de la puerta del colegio en el que me tocaba votar. Había un par de gendarmes en la puerta que, cuan patovicas de boliche, dejaban entrar de a 6 o 7 mujeres por vez (lo mismo sucedía con la fila de los hombres... que ya llevaba una cuadra). El colegio había abierto sus puertas a las 9 de la mañana, ya que el correo había llegado a las 8.10, con lo cual llevaban ya una hora de atraso. Como en el resto del país, además, la cantidad de mesas se redujo, aumentando la cantidad de votantes en cada una.

- Qué mesa te toca?
- ...la 5271...
- Tenés que hacer la fila... las únicas que pueden pasar directo son las que votan en la 5272, porque esta vacía.
- ...tengo que hacer la fila... afuera del colegio?
- ...claro.

A las 17.45 las mujeres de la fila estabamos ya un poco alteradas. Nadie quiere meterse con mujeres alteradas. Algunas empezaron a hacer quilombo, y los gendarmes (que evidentemente tienen instinto de supervivencia) abrieron la puerta del colegio permitiendo que entren todos los que estaban afuera. Una vez adentro, a buscar la mesa... al pasar por una de las mesas masculinas cruzo la discusión entre un autoridad de mesa y otro integrante de la mesa (bastante jovencito) que, aparentemente, había ido en busca de boletas.

- ...el fiscal me dijo que te dijera que no hay mas boletas para entregar...
- ...bueno, pero que venga el fiscal acá y se presente como fiscal y me diga que no tiene mas boletas. Que de la cara, porque aca la gente quiere votar.
- ...me dicen que ya se fue del colegio...
[seguidilla de gritos e insultos entre los hombres de la fila y las autoridades de mesa y el individuo jovencillo con cara de pánico]

Mi mesa está arriba, planta alta. Pero la fila llega hasta abajo, asi que ahi frenamos y esperamos... Las puertas que dan al patio central del colegio están cerradas con llave, lo cual complica todo: no tenemos ventilación y las filas de gente derivan inevitablemente en la puerta del colegio, en vez de poder amontonarse en el patio del mismo y evitar quedarse afuera al cierre de la jornada (para el que faltaban 10 minutos).

Son las 18 en punto y recién estoy por la mitad de la escalera. Mi prima, alterada. San, maldito tu eres entre todas las mujeres, sacando fotos a la multitud enardecida de féminas acaloradas. Yo, debatiéndome entre la indignación y el derretimiento de mi espíritu cívico. Del helado que San había aportado para hacer dulce nuestra espera una hora atrás ya no había más señal en nuestro ánimo.

Llegamos al primer piso, son las 18.10. Nos recibe otra conversación insólita entre una ciudadana que pretendía ejercer su derecho constitucional, y la autoridad de mesa, junto con las otras tres mujeres que la acompañaban.

- No hay más boletas.
- Bueno, habrá que buscar al fiscal y que traiga boletas.
- ...
- ...
- ...y?
- ...que alguno que ya haya votado vaya a buscar al fiscal.

Eran cuatro mujeres en la mesa y una anciana que servía de decoración antigua. Ninguna se levantó. Y yo que tenía entendido que como autoridad de mesa uno tenía, valga la redundancia, la autoridad de buscar y reponer boletas. Parece que ahora dependen del fiscal... (que estoy por creer que es imaginario, porque no estaba por ningún lado...). Que no se noten las bolsas de las compras...

Abajo habían cerrado las puertas, dejando a todo aquel cuya posición en la fila lo ubicara del otro lado de la puerta afuera del colegio, y por lo tanto afuera de las elecciones. Los gendarmes y policías no se gastaron en hacer un intento por meter a todos adentro para continuar la espera allí, como es debido. Prefirieron dejar gente sin votar. Curioso, no?

Después de 10 o 15 minutos de quejas, discusiones, puteadas, llegaron las boletas en manos de algunos veinteañeros sin acreditación alguna. Mientras las esperabamos, las cuatro señoras que compartían la neurona solitaria implementaron una magnífica forma de entretenernos. Consistía en acercarnos a la mesa, nos buscaban en la lista y... nos daban ya el sobre para entrar directo? no! mejor aún!!! nos decían nuestro número de orden. Para qué lo quiero, no tengo idea, pero mi número de orden es 297. Acto seguido, las que teníamos el número de orden teníamos que formar otra fila aparte. Y las afortunadas que ya tenían el sobrecito, otra fila más. En consecuencia, en un pasillo de un metro y medio de ancho, al borde de la escalera de la misma dimensión, nos amontonábamos en tres filas. De utilizar simultáneamente el cuarto oscuro de la mesa 5172 que estaba vacía, ni hablar. Qué necesidad hay de ser prácticos?

18.25 entré al cuarto bajo la impaciencia de por lo menos 50 mujeres que querían votar ya e irse a... sus casas, como yo. Voté lo que quise (aunque eso es un decir...), al menos en dos de las categorías... en el resto debo admitir que, sin tijera en mano, y frente a unos escritorios mordisqueados por el tiempo, elegí lo que acompañaba a mis decisiones principales para evitarme más cortes en el aire que muy probablemente atrasarían aún más toda esta pantomima.

18.30 acabamos con esta elección.

Yo digo... Había necesidad de enturbiar tanto estas elecciones? Si el resultado era obvio... Iba a ganar de todas maneras, si no tuvo oposición alguna y todos contribuyeron a lo mismo... era necesario hacernos sentir monitos idiotas, que se nos rieran en la cara ante nuestra indignación, que nos hicieran tan obvia la pantomima en la que vivimos? No podían dejarnos con nuestro rato de ilusión? Solo ocurre una vez cada cuatro años... es el único momento en el que sentimos que podemos cambiar todo de golpe y que podemos elegir y que tenemos el poder en nuestras manos... un día cada cuatro años en el que nos sentimos idealistas, optimistas a pesar de que hace tanto ya que no hay nada que elegir... y no... nos voltearon el decorado y nos mostraron sin sutileza alguna que acá no somos más que títeres. Y que esto, de a poco, se convierte en una monarquía.

No se ustedes, pero yo... estoy indignada. Y más indignada aún de que, encima, me roben la ilusión. Un día, cada cuatro años, mentime que me gusta...

M.