Sexo Sentido
El siguiente post puede ser no apto para personas fácilmente impresionables. Queda hecha la advertencia. Por si dudan sobre si seguir o no, les dejo una foto para ir adelantandoles de qué viene la cosa:
Luego de una larga jornada, por la noche decidí juntarme con gente amiga. Y bueno, charla va, cerveza viene, comentario por allá, carcajada por acá, desembocamos en esto:
Yo: Dale, contá ahora lo que me dijiste la otra vez, así tenés una segunda opinión.
Esto venía a colación de una conversación de días pasados entre Emiliano y yo, en la cual me contó sobre sus artes amatorias.
Emiliano: A ver, rememoren sus noches de sexo salvaje. Los que se crean capacitados para hablar de sexo sin tapujos: ¿no les parece normal que al llegar al orgasmo una mujer comience a reír a carcajadas, y siga riéndose de esa manera durante unos minutos?
Silencio en la sala. Miradas maliciosas, o tal vez cómplices, se cruzaban entre algunos los presentes. Algunos parece que no saben qué decir. Otros más bien callan por temor a qué dira su pareja allí presente. Después de todo, algunos afirman que la risa cura.
Yo: Pasa que Emi anda con los parámetros algo corridos...
Carla: No. Debe ser que no tuvo muchas novias.
Risas generales. Salvo por parte de Emiliano, obvio, que trataba de afrontar la situación con su mejor cara de póker. Y, de esa forma, retoma su argumetación.
Emiliano: ¡En serio lo digo! Las minas, al acabar se ríen a carcajadas, y no pueden contenerse.
Manuel: Mirá, a mí me parece que no es muy normal que digamos.
Yo: Y vos que no me querías creer cuando te repetía una y otra vez que tu target son las que están medio tocaditas...
Emiliano: ¡Pero vos decís que solamente me agarro a las que están locas!
Yo: Pero lo digo sin buscar ser tendencioso: ¡se te pegan y punto! No ando diciendo que vas a levantar minas al Moyano. Además, sobre gustos no hay nada escrito.
Carla: Pero, ¿todas te hicieron eso?
Emiliano: Varias. Unas cinco, fácil.
Claudia: ¿Y qué te dicen las minas después de eso?
Emiliano: Que no me sienta mal. Que no es de mí que se ríen. Que les sale hacer eso y no lo pueden contener. Y que ya varios tipos se pusieron mal estando en la misma situación que yo.
Paula: Y claro, típico de macho latino con complejo de inferioridad. Se creen que porque la ponen son del tipo "satisfacción garantizada". Pero cuando una llega a la parte de que le devuelvan el dinero ¡no saben qué hacer!
La charla siguió. Detalles escabrosos nos fueron rebelados. Despuñes de todo, cuando se habla de sexo más de uno tiene cosas interesantes para decir que, a la hora de las confidencias, hacen las delicias de los interlocutores. Todo en un marco de risas, miradas de asombro y de incredulidad, preguntas y comentarios punzantes.
En eso Manuel se despacha con un:
Bueno, pero lo que cuenta Emiliano no es para tanto, che. ¡Peor que a uno lo vomiten!
Esas dos oraciones fueron el cuchillo que cortó el resto de las conversaciones. Como hipnotizados dejamos de hacer lo que cada uno estaba haciendo y depositamos nuestra atención en Manuel, cual mosquitos (que ahora están de moda) al ver humanos en una plaza porteña.
Yo: ¡Me estás jodiendo!
Manuel: Lo digo en serio.
Emiliano: ¡Vieron! Y después vienen a querer reírse de la verdad que les revelé.
Yo: ¡Para! Que a este le caliente lo freak no quita que a vos se te peguen las locas.
Todos nos mirabamos con cierta incredulidad. Pero más que incredulidad era azoramiento. Eso mismo. Inmersos en la impavidez en la que sólo nos puede dejar el asombro.
Paula: ¿Qué le hiciste a la pobre chica? No te hacía tan degeneradito...
Manuel: Jajaja. Nada. Bueno, nada malo ni que ella no quisiera... Es algo común en ella. Y en más de una mujer, aparentemente.
Yo: ¿Lo hicieron en su casa? Porque de ser así, ella debe de estar preparada y pondrá un balde al lado del lugar donde lo vayan a hacer.
Como ese, pintaron millones de chistes. La charla se había tornado cuasi surrealista.
Emiliano: Ahora soy yo el que pregunta: ¿es normal eso?
Manuel: Mirá, aparentemente puede darse. Y a mí me pasó: luego de hacerlo, la chica con la que estaba me pidió disculpas y salió corriendo rumbo al baño. Al rato me dijo que había ido a vomitar. Que la disculpe. Hablando con ella me entero que se trata de una simple cuestión química hormonal. Al tener un orgasmo la mujer genera endorfinas. Las endorfinas son un derivado de la morfina. Y un posible efecto secundario de la morfina es provocar náuseas.
La explicación de Manuel cerraba por todos lados. La ciencia, fría como el hielo, todo lo desmitifica.
A la hora de crear este post vino a mi mente la siguiente entrega de cierta tira humor gráfico:
¿Y ustedes qué dicen de todo esto? Chicas: ¿saben de casos de placeres jococos y/o nauseabundos? Muchachos: ¿tuvieron que pasar alguna vez por este tipo de casos? ¿Se lo bancaron como buenos gentlemen?